
No he tenido más remedio que desplazarlo del segundo al 4º lugar para no sentirme muy ruin. Quizás, no como la vieja de Durero, ni como el avaro Grandet de Balzac o el Harpagón de Molière, pero me siento absolutamente avaro por la belleza, por mis cuadros, mi escultura de Julio Sicre, mis libros, mi Bécquer, por el amor de mis padres, de mi querida María, …
He buscado la definición de la avaricia, “deseo desordenado de poseer riquezas de valor abstracto, solo por el placer de atesorarlas sin compartirlas con nadie”, y claro, no hay nada que me defina mejor.
Y en lo más profundo de mi mente, donde tengo protegidos los deseos por aquellas “riquezas de valor abstracto”, también reconozco mis propias obsesiones.
Codicio, cual Grandet su tonel lleno de monedas; los arces, mis urangas, una serie de Elvira Carrasco, mi Abitbol, otro Lozano, mi ciruelo, conocer a la Bazán, una charla a cuatro con Campo, mi padre y Carvajal, una cena con postre de Lagavulin con Cascos y Jose, el saber estar de Laiz, la sensibilidad de Anna, conocer a Serra, la bonhomía de Tita, un baile romántico con Casado, …
AVARO con mayúsculas.
F.N.

Comments