Hace muy pocos días estuve en una casa, abandonada al melancólico vacío. Y en este caso, tal y como asegura Guido Tonelli en su espectacular ensayo “Génesis”, este “vacío” nada tenía que ver con “la nada”. “La nada es un concepto filosófico, una abstracción, el opuesto irreductible del ser”.
Vacía de vida, de alma.
Y como el Grandet de Balzac, el avaro más avaro, que no pudo llevarse sus riquezas, su dueño fallecido, había abandonado sus pertenencias sin reclamarlas y todas sus cosas, convertidos ya en trastos descoloridos y desheredados, reclamaban otras manos que las acogiesen con ternura.
Pero en un mundo acelerado, donde todos tenemos “todo”, nadie ha querido “nada”. Nadie ha querido libros antaño deseados, cuadros colgados durante décadas en imperiales paredes, lámparas de cristal de murano, soberbios muebles de exquisita talla.
Triste destino cual despojo letal, de todo aquello que nos hace felices.
F.N.
