Estábamos diseñando para el Ayuntamiento de Madrid el interior de los icónicos Alcalá, 45 y 49, dos imponentes edificios representantes de nuestro mejor Madrid. Y por casualidad, en una reunión cualquiera, fuimos testigos de la relación entre Jorba y Sobrino, entre Fisac y Carvajal…
Todos llorábamos con invencible tristeza, la pérdida a finales del siglo pasado, de la “Pagoda” de Fisac. Icono del modernismo, destacaba, orgullosa y engreída entre aquel enjambre de mediocridad, entre aquel bosque de parodias brillantes y simétricas. Especial, bella, etérea, líquida, …, y, un día sin sol, la crueldad de máquinas con garras de acero, destruyeron ya para siempre, la soberbia de aquella que se sabía única.
Pero, la avalancha de críticas, la oleada de maldiciones para quienes no supieron proteger el símbolo de esa generación irrepetible, hizo mella en las más altas instancias y paralizó de manera inmediata, delante de nosotros, la inminente demolición de la vivienda “Sobrino” de Carvajal en la calle Pléyades de Madrid.
Sacrificio, por amor.
Nuestro querido Javier Carvajal, construyó dos viviendas “Sobrino”, la segunda en San Sebastian, un hermoso “caserío contemporáneo y desmaterializado” que, fue demolida en el año 2.007, sufriendo el mismo destino cruel que “La Pagoda” de Fisac. Como diría Ekain Jiménez, “hemos quedado huérfanos de belleza”.
F.N.
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