Hablábamos de Sildavia, de aquella tierra donde todo es paz, donde se encuentran cielo y mar, donde los bosques se confunden con la magia, donde un día, ya para siempre, nos encontramos inseparables.
Pero claro, Casado me dice que Sildavia no existe sin Madrid, que no hay paz sin batalla, que no hay azules amaneceres sin asfalto, verdes sin trincheras.
Y me dice que Madrid, es la tierra del rinconcito de Jerónimos, la tierra que nos acoge, sin distinción, sin colores. La tierra que nos da lo que somos, la que nos hace cabales, la que nos ofrece todo a todos. Y que, en Madrid, está Cuenllas, Goya, las viviendas de Carvajal, la hilera de ciruelos, mis padres, mis hijos, mis hermanos, el Asian Gallery, el Prado, Picasso, Palencia, Arce.
Y el Retiro, y mi monasterio, la lonja de Felipe II, y las calles de las letras, el Plantío, el edificio de Catalana Occidente de Rafael de la Hoz, Higueras, vagabundos, Diego, Malleolus…, “tierra santa” donde “oigo ese grito de tambores y timbales …”
Porque Madrid es la única “tierra que suspira si te vas…”
F.N.
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