Paseando por la última edición de FERIARTE, nos topamos, vestida de pétalos de negra piedra, con una imponente menina de Manolo Valdés.
Y cual ávido lector, tuve que descifrar con pausadas manos, el código secreto en braille de aquellas fisuras escritas sobre mármol de ébano. Recorrí su fría piel con dedos de amante fiel, recorrí sus ojos, sus sombríos brazos, sus labios que ofrecían besos llenos de belleza.
Y mientras hablaba con valenciano galerista de mi nueva adorada, mientras comprendía que nunca podría tener en exclusiva a aquella costosa cortesana, una turista y paseante cualquiera, imitando mis gestos, tocaba a mi amada sin pudor ni decoro.
Por supuesto, tuve que reprender a irrespetuosa visitante.
F.N.
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