Nuestra pintora más querida lleva el arte en sus venas. Pinta por pasión, sobreponiéndose a todo, a la vida, a sus propias circunstancias, al espacio, al frío, …
Conocemos a Elena desde hace más de 30 años y nos sorprende con cada exposición, con la evolución de su pintura, desde el paisaje reconocible hasta la abstracción de la naturaleza, pero siempre con un hilo conductor: el color. Nadie lo domina como ella, ni siquiera su querido Rothko. Pasión y color.
Sensibilidad y dulzura se proyectan en sus cuadros, en los que “podrá nublarse el sol eternamente, podrá secarse en un instante el mar, podrá romperse el eje de la tierra, …”
Hace un par de Navidades, mis cuñados Josefina y Enrique me pidieron consejo para poner un cuadro en el salón de su casa. Por supuesto, acudí a mi querida Elena y, encantado con el plan, me fui a pasar una mañana de invierno a su estudio de pintura. Elegí unos cuadros de su fondo de armario y le pedí a Elena que me los prestara por un par de días para que mis cuñados pudiesen elegir uno. Una vez que llegaron a mi casa, los hice míos, y mi codicia me pudo. Nunca llamé a mis cuñados, nunca salieron de casa.
Locura que el espíritu, exalta y desfallece, embriaguez divina,…
Mis cuñados pusieron unas láminas…