Duelo a muerte entre los más arrogantes.
José Ramón Lozano, ha vuelto. Ha dejado pasteles, suaves y rosas y vuelve con la fuerza del titán, con la vanidad del fénix renacido, con el orgullo de caras llenas de rojo, de sangre, de fuerza, de potencia. Bestialidad, bestial.
La semana pasada, estuvimos en “Art Madrid”, la mejor Feria de Arte. Y allí, donde se columpian las margaritas, dos héroes de la sensibilidad, de los rojos, de la provocación, se disputan el protagonismo más cruel.
Enemigos íntimos como Leonardo y Miguel Ángel, adversarios, como el romántico Lope de Vega y el genio Cervantes, contrarios opuestos como el sarcástico Quevedo y el Góngora más culto, hostiles como el altanero Picasso y el expresivo Matisse.
Y su rival, Elvira Carrasco, diosa de las sombras, ignorando lienzos y galgos, retoma sus caras, su serie más hermosa poseída por el infinito poder de las musas, encarándose al fénix lozano, con la genialidad de los verdes, de los naranjas, de los negros más penetrantes.
Amantes a escondidas.
F.N.