Y al igual que en el Macbeth de Shakespeare, en su desesperada lucha entre el bien y el mal, entre la culpabilidad y la inocencia; en los inaccesibles rincones del subconsciente de Elvira se rasgan las grietas de la dualidad del arte.
Y al igual que Ismael Lagares, en los límites del abismo, frontera de la belleza imponderable, Elvira camina por los claroscuros de la abstracción, delgada línea donde se impondrá el juicio del talento.
Y al igual que la Pardo Bazán, en su conquista de la elegancia, Elvira ha logrado convertir la prosa de la vida en la poesía del arte.
Y al igual que el romanticismo de Bécquer, abandonado al infinito poder de las musas, Elvira, avanzando por la frontera de la belleza, por lo más alto de acantilados profundos, ha cosido el tapiz de la belleza con hilos de caras de colores.
Elvira, por favor, ¡quédate con la belleza!
F.N.
