El pasado fin de semana, en uno de mis recurrentes paseos por el pueblo de San Lorenzo, entré en la librería “Cocheras del Rey”, nombre tomado de cuando en la propia tienda se exponían maravillosos reales carruajes, hoy ya solo en la memoria de unos cuantos amantes de parrillas ardientes.
Hace ya años que, quizás demasiados, con la promesa de compra, ojeo con devoción una maravillosa edición de precio imposible con todos los disparates de Goya. Pero esta vez, al entrar en la librería, ya solo es librería en el recuerdo, ahora convertida en el museo de la historia del teatro escurialense de Carlos III.
Y aunque, muy amables, me invitaron a visitar el mueso, me negué por completo. ¡Han quebrado uno de mis soplos íntimos de felicidad al rondar por el ocaso de San Quintín!
¿Quiénes son ellos, para mudar a virtual a mi Goya?
Temo que, algún día, quieran quitarme también el monasterio …
F.N.