Si nuestro querido Carvajal era genio, su alumno predilecto, es, dulce, cariñoso, maestro de miles, de cientos de miles.
Dice Campo Baeza que, si cegaran el óculo del Panteón de Roma, ese milagro que convirtió a Tadao en arquitecto, si tapáramos las dramáticas hendiduras del convento de la Tourette, si cubriésemos de sólido las grietas de la Iglesia de la Luz, la “Arquitectura”, la “Historia”, habrían muerto. Porque, el sol, ya no querría salir, no tendría misión, no existiría la belleza.
Y, haciendo suya la máxima de Richard Meier, “el blanco es luz, es sombra, masa y vacío, …”, Campo se convirtió en el maestro de la luz, el dueño de la blanca iridiscencia, el domador del traslúcido “sólido”.
Pero para construir la casa más hermosa del mundo, para homenajear al gran Barragán, renuncia al blanco, renuncia al inmaculado níveo, al purísimo que arrancaba fulgores de Goya, al blanco espeso y sordo de Zurbarán, al diluido aire blanquísimo de Velázquez.
Adoptando el nombre del arrogante palacio de Nerón, la “Domus Aurea”, es la casa donde confluyen luz y color, España y México, blanco y brillo. La casa donde se viste de oro un tapiz cosido con hilos de ternura, donde se haya la felicidad, donde los pétalos se cubren de luz trasparente.
Con permiso de Carvajal, de Pereda, es, … la casa más hermosa.
F.N.
Siempre que hemos coincidido con Campo Baeza, siempre, SIEMPRE, ha sido cariñoso con nosotros, con nuestro querido D. José López Zanón, alabando nuestra casa de Menorca, abriéndonos la Turégano, la Cala de nuestro querido Javier…
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