Hay un cuadro (1.633) de Sebastian Stoskopff titulado “El verano o los cinco sentidos”, y para los niños de aquella EGB, … ¡cuánta razón relacionar nuestros veranos con los sentidos!
Veranos azules de intensas vistas de cielos, lunas y restos diseminados de mares infinitos, de sombrillas de colores de luces tornasoladas.
Veranos de tocar erizos, la fina arena y jugosas sandías. Veranos de bañadores ajustados, de acariciar quedo a Carmen, de abrazar la felicidad.
Veranos de oír resbalar las olas, las inmortales cintas de música, la cadena de la bici, a mi querido primo Juan Jesús.
Veranos de deliciosos olores, de comida y espuma de oleajes, de Nivea; olores de violenta humedad, gasolina y noche.
Veranos de saborear los primeros besos, los aperitivos en Los Porches con mi querido Felipe, vaguedad misteriosa de cariño y sal.
Pero claro, para aquellos niños, ya adultos, entiendo que faltan dos sentidos. Dos sentidos esenciales y necesarios para poder cerrar el sensible círculo de la sensibilidad:
La imaginación para construir veranos sin fin, para alcanzar el rojo cielo de Carmen, para sustituir libros de texto por páginas de felices recuerdos.
Y la emoción necesaria para sentir, para no convertirnos en virtuales autómatas.
F.N.
Veranos de eternos e incondicionales AMIGOS. Un abrazo