Cuando estudiábamos, en otra clara demostración de alucinógena ofuscación, me atrapó la razón áurea, razón dorada y extrema, de tal manera que, invertí parte de mi irreflexiva formación, a analizar los edificios más bellos del mundo en base a esta divina proporción.
La tela de araña de mis particulares obsesiones me hizo prisionero de uno de esos edificios, de tal manera que, durante muchos años, mi querida María y yo peregrinamos anualmente a La Alhambra, para beber de su amor y calmar con silencios y luces, las súplicas que claman belleza.
Y en uno de esos viajes, previo a la inauguración oficial, nos invitaron a pasear de noche por arrayanes, torres, reyes y leones.
¡Nosotros solos! Solos, de la mano, nos sentimos las personas más importantes del mundo. ¡Todo el palacio para nosotros, en compañía de Boabdil!
Amantes, heridos de pasión.
F.N.
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