Allá por el 2.004, paseábamos dos jóvenes arquitectos por la Avenida del Litoral en Barcelona y allí, donde mueren sirenas y azules, nos encontramos con un imponente edificio en construcción.
Arrastrados por nuestra deformación profesional, nos colamos sin permiso y disfrutamos de un maravilloso viaje de espacios singulares envueltos en celosías elípticas de singular belleza. Aquella espiral, que nos recordaba a uno de los cilindros sevillanos de Carvajal, se abría al sol, al mar y a dos ilegales arquitectos hechizados de diseño y sobriedad.
Ya por la mañana, cumpliendo el objetivo del viaje, nos reuníamos con el Consejero de Sanidad de la Generalitat para dar cumplimiento al concurso del Hotel del Puerto ****. Consejero y adosados consejeros, seguramente sorprendidos de nuestra capitalidad y juventud, nos "recomendaron" compartir proyecto y obra con un arquitecto barcelonés de inequívoca edad, apellido y condición.
Ante nuestra sorpresa, descubrimos que aquél propuesto, no era sino el arquitecto del edificio de lamas que la tarde anterior, nos había maravillado. Atrapados por desconocida burocracia y alentados por desigual colaboración, aceptamos sin reservas.
En nuestros siguientes traslados a BCN, comimos con él, conocimos su racionalista estudio en el barrio dominado por el Parque Güell, nos impregnamos de su maravilloso curriculum y concretamos participación.
Años después confirmamos que, él solo, … ¡inauguraba las cuatro estrellas junto a Arthur Mas!
F.N.
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